Para muchos esto suena como ironía, pero no lo es.
Estoy de trabajo en Rio de Janeiro, en estos días en que transcurre la Jornada
Mundial de la Juventud, y por acaso tuve un día de descanso el domingo.
Cansado después de un sábado durisimo, acompañaba las Noticias de la JMJ
por la TV, y estaba viendo como los órganos públicos dejaban a desear, cuando
alguien me llama La atención:
Primero un Ministro de Estado
permite que una Protesta entre al área de VIGILIA, después los ataques y
ofensas de La marcha de las VADIAS,(Las Prostitutas) que se permitió ir hasta
el mismo lugar de los católicos, para ofender a los peregrinos que llegaban (
Divergencia y Convivencia con ellas son parte de la democracia, pero las
ofensas apenas se hace parte de la ignorancia que no resiste un debate).
Esto me dejo indignado, siendo que no me considero un fervoroso Católico
y dejando de desear como tal, me sentí ofendido y extremadamente preocupado con
la situación, pues si fuese al contrario, la prensa y el gobierno nos estarían llamando
de intolerantes, machistas y homofóbicos, y estaríamos arriesgando una pena de
3 a 4 años de cárcel, pero como los defensores son de la otra vereda nada se
hace, lo que me Dio la seguridad de que toda la incompetencia no era casualidad
y si orquestada para vaciar el evento.
Esta indignación me hizo querer ser testigo de los hechos,
entonces decidí ir a Copacabana, no con la intención de ver El Papa Francisco,
pues ya había abandonado el lugar, pero si para ver las personas de la Vigilia
que en aquel momento se estimaba en un millón y medio.
Ya en el subte, muchos se dirigían para Copacabana, lo que ya anticipaba
que la cosa quedaría por ahí, pero al llegar y ver las dimensiones que el evento
había tomado, me quede impresionado, felizmente los que Ofendían ya se habían retirado
del lugar y pude andar tranquilamente por el área.
Personas de diferentes países y culturas juntas, millones de personas apretadas
entre los edificios y el mar en un clima de 16º, filas inmensas para todo y todavía
más filas que hacían que no se pueda ir a ningún lugar.
En aglomeraciones de este tipo y con este volumen de gente, se sabe que pueden ocurrir accidentes graves con
las personas cayéndose unas sobre otras, pero eso no sucedió por un único motivo
“El respeto al otro”.
Nunca antes había visto un evento en las Playas de Copacabana
sin sentir el olor de estupefacientes, aquel
empuja-empuja y sin peleas.
Y esto se extendía por toda las cuadras y plazas públicas donde
muchos descansaban, otros oraban solitariamente o en grupo, otros tocaban
instrumentos o danzaban y cantaban mesclando idiomas y lenguajes de modos inimaginables.
Un grupo de coreanos tocaron unas músicas en la cual
participaron venezolanos, peruanos, colombianos y Brasileros, otro grupo de americanos
cantaban otros temas, acompañados por Mexicanos, filipinos, chinos de Taiwán y
china continental lado al lado, así como alemanes, franceses, belgas,
angolanos, españoles, vascos, portugueses, argelinos, gaboneses, nigeriano, paraguayos,
lituanos y una infinidad de países juntos a brasileros de todas las regiones
del país, en una mescla cultural que nunca testimonie, juntos y en perfecta armonía
espontanea muy sincera que una vía crucis organizada de modo televisiva con
actores globales.
En el momento de la Misa, eran cerca de tres millones de personas juntas, en unísono, en oración y en total respeto.
Del PAPA apenas se podía ver una imagen por la pantalla gigante
debido a la gran cantidad de personas en la extensión de la Playa, de las Avenidas y Calles que estaban cerca, lo
que impedía un contacto más personal o visual, esto solo se conseguía en los
primeros metros del palco, y en quilómetros de personas que seguían la misa, y al final, continuaban después de la
misa en una confraternización universal, en los restaurantes, los subtes, los ómnibus,
de modo impresionante.
Lo que viví allí en aquel momento no fue una aglomeración de
personas, no fue una multitud, y si fue un cuerpo u solo alma en comunión.
Fue DIOS que vi allí, en cada gesto, en cada rostro, en cada
vos, en cada oración, en cada canción, si fue DIOS, de modo personal, de modo
presente en cada persona, en todas las personas, mismo donde no se le veía al papa por la
pantalla, pero se sentía la presencia personal de DIOS.
Márcio Machado Tavares da Silva